3 nov 2019

La Gran Plasta

En el eterno devenir de la búsqueda de un perfect, el mal al acecho se salió con la suya. La siguiente historia le ocurrió a un amigo de un amigo, aunque la contaré en primera persona para imprimir una dosis de realismo que considero imprescindible.

Perdido en Panamá, en un pueblito de apenas 500 habitantes de nombre Santa Catalina, la luz se apagó. Un día rutinario más en esta pequeña aldea.

Observación prematura: mientras sea posible, instalen los depósitos de agua a una altura superior a las viviendas habitadas. Luego me comprenderán.

Primer día en la aldea, y a un servidor le gusta cagar a gusto, tampoco es mucho pedir. Un gusto, valga la redundancia, al que los Backpackers no siempre pueden optar. Caía la tarde, y la luz del baño no funcionaba. Sirviéndose de la linterna de su celular, el Backpacker de dispuso a cagar, en silencio, en la oscuridad, en calma, en un baño dispuesto en un dormitorio de 8 camas donde sólo 3 estaban ocupadas antes de esta cagada. La habitación se situaba en la segunda planta.

La plasta tuvo lugar. ¿Adivinan qué precisaba de electricidad para funcionar? Relean la 'observación prematura' de arriba. Sí, amigos, no era la cisterna, sino la bomba de agua que enviaba esta desde el depósito a la cisterna. Depósito de agua, primera planta, retrete y cisterna asociada, segunda planta. La ley de la gravedad no fue una invención sino un descubrimiento. Es decir, no fue una creación sino el resultado de una exploración. Parece que no para todos.

Tres días seguidos haciendo 'perfect' precedieron a la gran plasta. Y la puta cisterna sin funcionar en el día D a la hora H. Pudoroso, agitado, y sudando como resultado de la combinación de estrés y humedad, buscaba soluciones donde sólo había problemas. Tras veinte minutos, decidí salir al cuarto cerrando la puerta tras de mí.

Mencioné que éramos 3 de 8 en la habitación. Pues ya éramos 8. En puta media hora se había llenado. Mi cara de delito al descubierto ,ipsofacto, por tres alemanes aventureros recién llegados, dos chicos y una chica. Y la plasta en su sitio.

Me coloqué junto a la puerta del baño como vigilante durante media hora advirtiendo a todos los transeúntes de que no había luz, y por ende, agua. Vamos que había una gran plasta flotando.

Marcharon al pueblo y sólo quedamos la plasta y yo; yo y la plasta. Avergonzado, bajé la escalera para que activaran el generador de emergencia y que así la bomba volviera a funcionar. El generador, como digo, era de emergencia. Y las emergencias sólo existían para la planta baja. No devolvía electricidad al segundo piso. En otras palabras, el segundo piso estaba expuesto y en la mierda, nunca mejor dicho.

Desesperado y sin recursos, pedi un galón de agua con el que llenar la cisterna y así hacer desaparecer la gran plasta. Semejante cantidad de plasta no iba a desaparecer sin presentar batalla, y hasta tres garrafas hicieron falta para que se despidiera rumbo a los caños.

Agotado y aliviado, respiré por fin. Me dispuse a hacer deporte, ligero, con tres kilos menos a causa del estrés (y de la gran plasta), con el culo cagado y el orgullo por los suelos.

Todo esto para que al día siguiente volviese a hacer un perfect cuando la puta cisterna ya sí funcionaba. Se puede ser muy transgresor, pero la Ley de Murphy jamás debe ser desafiada.

Mensaje a toda pequeña aldea perdida de la mano de Dios: por favor, si sufren de cortes de luz continuos, coloquen sus depósitos de agua a la mayor altura posible, para que así la gravedad haga su trabajo haciendo llegar el agua allí donde se precise (así de paso prescindimos de una bomba, seamos capitalistas). Y que así la gran plasta no se salga con la suya. Amén.

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