20 mar 2016

Lágrimas de Barro en el minuto 89

Huelva, a 19 de marzo de 2016

En vísperas de primavera, se teñía Huelva de albiazul a orillas del Odiel, ante ese único rosado atardecer del que Juan Ramón Jiménez tanto presumía. Tantos árboles, arbustos y setos floreciendo desde la otra orilla del mismo río, vigilantes, observando como El Decano acudía a la que podía ser su última cita en el antiguo emplazamiento del imperio Tartessos.

Más de 20.000 gargantas rugían al unísono por su Recre, llevando en volandas a sus once gladiadores hasta la que pudiera ser su última victoria. "¡Espartanos aguantad!", Huelva se ponía de acuerdo ante la injusticia de la posible -mejor que probable- desaparición del club más Antiguo de España.

Yo soy miembro de aquella generación perdida de la España de los Pujoles, Urdangarines, Chaveses y Ratos. De aquella generación que se lanzó a las calles rememorando el francés mayo del 68 en busca de una situación más igualitaria y ecuánime. De aquella generación que  sufre al ver que el fútbol mueve masas que ninguna injusticia de refugiados podrá congregar jamás. Quién iba a decir en Constantinopla, 500 años atrás, que el Imperio Otomano negociaría pacificamente con una Roma alemana, para intercambiar unos cuantos lingotes de oro a cambio de esclavos.

Pero el Huelva Recreation Club que es Mes que un club. El Recreativo de Huelva es sello único de su ciudad, y su bandera, representa a 150.000 individuos y a otros tantos en su provincia. Choqueros,  el Recre es nuestra historia, de aquella historia en que Albión navegó hasta Onuba en busca de sol y mineral, en el discurrir de su RioTinto a finales de siglo XIX, para introducir en Hispania el que a día de hoy es el deporte rey.

A finales de los 90 y de la mano de mi padre, un servidor acudía los domingos al Antiguo Colombino, presenciando como Joaquín Caparrós nos alcanzaba el sueño real de la Segunda División. También estuve en la final de Mallorca, recogiendo balones desde el fondo de la red como uno más, admirando a un camerunés que más tarde triunfaría en el Barça. Y por fin vi caer tres veces al capitalismo más extremo de Chamartín, de la mano de Sinama, Uche y del genio Viqueira, que juntos honraban a los caídos de aquel fatal accidente.

Hasta que te fallé, Decano. No pude gritar por ti en este sábado mágico. Me refugié detrás de estas palabras a 2.000 Km de distancia a orillas de otro río. Ojalá el Támesis se te pareciera un poco, Odiel. Ojalá el Lorenzo lo broncera como a ti, Odiel. Ojalá tu brisa marinera soplara en su riberita, Odiel.

Pero no, yo no estuve allí aquel día que Huelva lloraba desde el cielo. Aquel día que sus lágrimas enfangaban la alfombra verde del Nuevo Colombino, cuando Rubén Mesa colocó el esférico en el fondo de las mallas en el minuto 89. Cuando las lágrimas de barro sucedieron al pitido final.

Y que este gol jamás pase a la historia, a tus 126 años de Historia, Decano. No quisiera yo ahogar un grito melancólico que dijera: "Ay Velódromo, desearía tanto haberte conocido"