7 jul 2014

El día que murió el arte

Éxito. Traje y corbata. 30 años y casado. Dos hijos y una esposa preciosa. Un chalet en las afueras. Y un perro. Vivir dos días a la semana, y cinco esclavizado. Hoteles lujosos. Evitar lo sencillo y caer en lo superfluo. Prohibirse los carbohidratos por la noche. Olvidar el sabor del helado y del chocolate. Tener tableta, y un Rolex.

Cumplir las expectativas que los demás tienen sobre ti, y no las tuyas propias.  Anhelar continuamente la aprobación ajena. Olvidar tus prioridades. El arte es improductivo y por tanto no merece tu tiempo. No cantes, no bailes, no pintes, no escribas, no toques un instrumento, no salgas a fotografiar. No saltes. Y utilizar sólo el hemisferio izquierdo.

El camino está marcado, no te salgas del mismo. Sólo cabe ir de frente, y está colapsado de gente. Si te sales por la izquierda, caes. Si haces lo propio por la derecha, vuelves a caer. Y una espiral de fracasos te envuelve por ser demasiado osado. Tu espalda se llena de etiquetas. Irresponsable, jipi, perroflauta, infantil, inmaduro. No luches por tus sueños, no crees. Sé práctico y gris. Olvida los colores, sólo importa el verde dólar.

Fotografíar un paisaje y no detenerse a observarlo. Mostrar alegría continuamente sin ser feliz. Jugar a no quitarse la máscara y ganar Oscars por interpretación. El continente, y no el contenido. La gloria y no el camino hacia ella. Evitar las metas de frutos inmateriales, y en consecuencia nuestros sueños. Esconder nuestro pequeño niño interior. Envejecer y darse cuenta de que es demasiado tarde.

El día que murió el arte, una parte de nosotros murió con él.

http://www.youtube.com/watch?v=oov5jaikIFo&feature=kp