23 ago 2012

La incohesión de la felicidad

Hay dos verdades universales que lo son a todas luces, a todas luces para mí, quiero decir.; porque desde la llegada de Ortega y Gasset, el absolutismo se acabó, al menos por Occidente, o eso queremos creer (al menos sí en cuanto al conocimiento se refiere).  Ortega sembró las bases del relativismo en el pensamiento moderno y Einstein las extendió a la física con la teoría de la relatividad, su obra más exitosa que bien no le valió un premio Nobel (sí lo hicieron sus estudios sobre el efecto fotoeléctrico). Parafraseando a  Antonio Machado - cuyo máximo referente filosófico fue el propio Ortega- se vislumbra el final de la verdad concebida como término absoluto e irrebatible : "Tu verdad no, la verdad. Y ven conmigo a buscarla, la tuya  guárdatela" .

Atrás dejamos aquellos orígenes de la filosofía en los cuales la búsqueda de la verdad absoluta era su máximo exponente. Sin embargo, con la llegada de Nietzsche (antecesor de Ortega)  la filosofía viró bruscamente, fomentando la corriente naturalista de la época hasta derivar en la corriente filosófica de la actualidad cuyo epicentro no es otro que la búsqueda de la felicidad. Atrás quedaron los debates acerca de la existencia de Dios; el antropocentrismo cobró fuerza para asentar al ser humano como único referente del pensamiento occidental.

Previa andadura por las ramas  de la metafísica mencioné dos verdades universales (propias) al inicio de este texto que no llegué a transcribir y que a mi juicio son indispensables para descubrir aquello que nos hace felices para así filosofar sin filosofar acorde a los tiempos que corren . Son las siguientes:

1. La vida es cuestión de prioridades.
2. El tiempo es oro.

La segunda verdad conduce a la primera. Como el tiempo es finito,  y escasea por nuestras infinitas ocupaciones, hay que priorizar aquello que nos llena en nuestra vida para ocuparlo de la mejor manera posible. Por eso es tan importante conocerse a uno mismo, para establecer nuestras propias prioridades y  vivir acorde a nuestros deseos. El auto-psicoanálisis se me antoja más que necesario para poder aprovechar el tiempo que la vida nos brinda. Para ser autocríticos y mejorar como personas. La expresión "Conócete a ti mismo"-otorgada a Sócrates aunque realmente el origen de la misma se remonta al siglo VI a.C, hallándose escrita en el templo de Apolo en Delfos- parece reflejar con bastante claridad lo expuesto anteriormente.

Precisamente con el ser humano como referente, y la búsqueda de su felicidad como principal cuestión a resolver, mis dos verdades expuestas anteriormente se hacen fuertes. Parece fundamental priorizar en todos los aspectos de nuestras vidas para hacer patente el Carpe Diem. Tener claras nuestras preferencias es vital, y nosotros mismos debemos ocupar el primer lugar en ellas, y no por ello ser tachados de egoístas. Priorizarnos no quiere decir ser insolidarios o no entregarnos a los demás, priorizarnos significa satisfacer nuestra voluntad, y ésta puede ser cualquiera, desde un paseo en solitario por la orilla del mar hasta regalar nuestros deseos a nuestros afines. Obrando de este modo quizás encontremos ese sendero tan pretendido por todos, que conduce  inexorablemente a la tan ansiada felicidad.

Finalmente, releo todo lo escrito, y me angustio buscando el paradero de  las llaves de la cohesión y por momentos de la coherencia en este texto. Y súbitamente me pregunto: ¿Acaso importa?



Links, bibliografía:
http://es.wikipedia.org/wiki/Naturalismo_%28filosof%C3%ADa%29   


1 ago 2012

Un cantautor de dedos porrudos.

Una de las sensaciones que más paz me transmite en la vida es , llegado el verano, sentarme en la terraza de mi apartamento de Pin & Pon a tocar la guitarra allá cuando el sol se esconde, a eso de las 21 30 por el mes de agosto, cuando los días ya van menguando.

Hoy es 1 de agosto a falta de 50 minutos para pasar otra página en el calendario, cuyas hojas se arrancan cada vez más rapido a medida que nos hacemos mayores. Me encontraba 2 horas antes en el todo a un euro de los miércoles de los "100 Montaditos" con mis amigos y decidí escabullirme con una bomba de humo para disfrutar de ese momento único.

La canción del día era "She is love" de Oasis, un temón que tenía ganas de sacarme a seis cuerdas y una caja de madera. Y como era la primera vez que la tocaba, la toqué una vez, y otra, y otra... como Sam. 69 minutos más tarde llamaron al timbre de mi puerta. Mujer,  treinta y tantos, de origen madrileño y con cara de pocos amigos.

-Hola, buenas noches. Es que mira, venía a pedirte que dejaras de tocar la guitarra porque estamos cenando y venimos aquí a disfrutar de las vacaciones y a descansar, que bastante tenemos ya en Madrid. Estamos viendo la tele en la terraza y tenemos que subir el volumen para poder oírla. Además llevas como una hora con la misma canción. Que hay que respetar las horas de la siesta, en fin...

-Perdone que le diga, pero a la hora de la siesta no he tocado. Y ahora tengo todo el derecho del mundo a tocar la guitarra, otra cosa es que lo haga algo más bajo con tal de no molestar a su merced.

Llegado este punto, sale mi madre en toalla desde la ducha, muy indignada, ojito.

- Perdone que la atienda con este atuendo, pero me parece un poco imprudente por su parte que el primer día que usted oye esto, venga aquí  a imponer que se deje de realizar cualquier actividad. Además no es la misma canción, es que es en inglés y parece la misma . (A lo lejos, se oye una voz desde dentro del apartamento que dice "No problemo, tócale un popurri").

-Se lo estoy diciendo con respeto.

-Y con la misma libertad y respeto me dirijo yo a usted para decirle lo que pienso yo de esto.

Fin de la escena. La vecina se despide algo ultrajada y del mismo modo cierra la puerta mi madre, visiblemente enojada, de hecho, bastante enojada.

Algo patidifuso me pongo a recrear la escena en mi cabeza y a compartir mis sensaciones vía  Twitter.  Dejé de tocar para ponerme escribir, otro de mis hobbies, algo menos molesto, pues a leer nadie está obligado. Mis conclusiones son varias y variopintas.

En primer lugar, señora, si usted llevara una semana escuchando como aporreo la guitarra impidiéndole tener una cena tranquila, bien podría usted acercarse a nuestra morada a solicitar POR FAVOR -expresión que ha eludido en sus imposiciones- que "hiciera música" de manera algo menos sonora. Es normal, si yo fuese vecino de alguien tan tremendamente "hartible" como un servidor, acabaría hasta los mísmisimos huevos de mí mismo. Pero al mismo tiempo, ese tremendo tocapelotas, que soy yo, también tendrá derecho a hacer ruido a horas prudentes, pues de algún modo tendrán que gastar energía los tocahuevos, digo yo.

En segundo lugar, evite ese tono imprudente y soberbio para dar órdenes; a lo mejor le es válido con el pagafantas y calzonazos de su marido-al que por cierto insulto gratuitamente en aras de hacerme el graciosete a su costa- , pero con gente desconocida en general, y con un tocapelotas y  con la madre que lo parió en particular no va a ser usted tan afortunada. No se crea que por expresarse desde el respeto tiene derecho a la imprudencia y a la soberbia por adición pues me temo que se equivoca.

Sin embargo, voy a fijarme un objetivo muy particular con usted. Ya que usted ha venido a repartir lecciones gratuitas de respeto a nuestra morada, quiero ser recíproco y compartir un saber popular con su majestad. Y es que "quien dice lo que quiere, escucha lo que no quiere", y usted se va a hartar a escuchar. No se preocupe, mañana a las 21 30 tendrá un poco más de ruido. Así durante toda su estancia en la primera quincena de agosto. Una hora diaria, tortuosa. Y no,no haré popurri. Quizás repita "She is love" durante quince días. Quizás una canción diferente al día, pero durante una hora que prometo que se le hará eterna.

Valiente pija estirada de la capital, le animo a comprarse un chalet de veraneo donde los vecinos no puedan molestarla a horas tan imprudentes como las 21 30 de la noche. En caso contrario  válgase de unos tapones para los oídos, que son algo más económicos. Para despedirme me sirvo de las palabras de don Diego Armando: "que la chupen, que la sigan chupando".