24 dic 2012

Un ermitaño desubicado

Cuando entré por la puerta algo no funcionaba como acostumbraba. No olía el hogar como debía. Notaba algo diferente en el ambiente, otro aroma. Mi madre me dijo que sólo era un ambientador. Susto superado.

Seguí avanzando por la entradita hasta la cocina y me quité los zapatos. Joder, qué frío estaba el mármol acostumbrado a las insolubres moquetas de Reino Unido. Andaba descalzo, ya que anhelaba sentir nuevamente ese frío  bajo mis pies. Caminé hasta llegar a mi habitación, arrastrando la maleta, lentamente, saboreando cada pisada. La encontré como siempre, con los cojines de Nemo y Simba en su lugar. El mismo dormitorio sin apenas cambios desde que tenía 12 años, mi número favorito. "Diez años hace ya de aquello", eso fue lo que primero que pensé al dejar caer la maleta sobre el piso. Y no pensé nada más.

Abro paréntesis.
Deambulaba por mi ciudad como si ya no me perteneciese. Cuando paraba en la cola del supermercado no conocía a nadie, como si montones de gente hubieran aparecido de la nada en mi barrio de toda la vida. Nadie me reconocía (y no por la melena), y me sentí como un estudiante Erasmus en una ciudad ajena, sólo que Huelva es mi ciudad natal (o al menos eso me dijeron). Al día siguiente, cuando fui a jugar un partido de fútbol en la cancha de mi instituto, volví a ver a la gente de antaño, en el mismo lugar. Es curioso y extraño volver a sentarte en tu mesa y ver que todos llevan la misma mano de siempre mientras tu juegas otras diferentes, pues tus cartas han cambiado. No es que lleves el póker de ases ganador y ni siquiera has mejorado tu antigua escalera por un full. Pero sin duda tus cartas no son las mismas.

Se hace dificil aceptar el hecho de que el engranaje funcione automáticamente pese a tu ausencia y que las partidas de póker sigan teniendo lugar sin ti. El mecanismo sigue girando sin su pieza clave, que en tu vida y desde tu perspectiva, eres tú mismo. En consecuencia, cuando regresas observas que todo sigue tal como lo dejaste, y por ello te sientes desubicado, porque el cambio que esperabas por tu partida no se ha producido.
Cierro paréntesis.

En las siguientes entradas a mi hogar no percibí ese aroma tan sutil que había captado en mi primera entrada. Lo que noté como un olor extraño en primera instancia, no era más que el modo que tenía mi cerebro de interpretar los cambios que se producen en mi vida en tan poco tiempo. O quizás la mente humana no está preparada para tolerar el tan fugaz paso del tiempo, y en lugar de procesarlo y entenderlo, opta por percibir los pequeños cambios de nuestro entorno habitual. Y en este segundo acto, pero en el mismo escenario, tuve la corazonada de que a partir de entonces sólo visitaría mi casa en periodos de vacaciones. Sin largas estancias, periodos cortos vacacionales en los que abundan amigos y familiares y escasea el tiempo, aunque este último escasee siempre. Benditas estancias y maldito el tiempo.

Y con esa corazonada he empezado a cuestionarme la importancia de la palabra hogar y de lo que representa. Nunca he decorado una habitación con tanto cariño como la que habito ahora en Cranfield. Y aunque la fecha de caducidad en la misma está escrita - como la estaba en los otros dormitorios sevillanos en que viví cuando estudiaba en la vieja Híspalis- se encuentra totalmente plagada de fotos y recuerdos. Es por ello que, a medida que percibo que el hogar se aleja de mí, me invade la preocupación de crear el mío propio, donde tener la necesidad de caminar descalzo para sentir el frío suelo. Esparcir los propios cojines de Disney por mi nueva cama, u otros diferentes, pero siempre haciendo un guiño al pasado. Porque en el fondo siempre seremos lo que fuimos. Porque al final del túnel no somos más que un puñado de recuerdos, de inolvidables recuerdos.

Qué difícil se hace esto de caminar hacia adelante cuando la nostalgia,el cariño y el apego te fuerzan a mirar hacia atrás.

14 dic 2012

How to be a product



Artículo para "Good Karma CSA", la revista de la Musicians' Society de la Universidad de Cranfield. Editor jefe: Luis Miguel García, también conocido como "The Percusionist"