11 dic 2014

γνῶθι σεαυτόν

Recuerdo que leí, vi, o escuché alguna vez que no hay persona que se conozca a sí misma con total plenitud. Es decir, que ni nosotros mismos podemos predecirnos. Y no hablo de situaciones de vida o muerte en la que uno decide adentrarse en una casa en llamas para salvar al gatito de la vecina.

Que de manera inconsciente mostramos una parte de lo que somos en realidad, otorgando otra parte más íntima a nuestras personas más afines, reservando otra sólo para nosotros mismos. E incluso hay un área delimitada de nuestro ser que desconocemos completamente, y que nos empuja a veces a tomar decisiones de lo más inesperadas. Una parte oscura y brillante, pero desconocida al fin y al cabo.

Que la tendencia al autoengaño no es más que el desconocimiento de uno mismo, y se realiza de manera inconsciente. De ahí la importancia de rodearnos de personas que nos lleven a explorar otros límites, universos y perspectivas; para así darnos hostias de realidad para cuando hacemos el gilipollas. 

Porque quizás el mejor camino para conocerse a uno mismo sea a través de otros. Y eso acojona. Que tu madre sepa antes que tú por qué piensas lo que piensas, y actúas como actúas, acojona. Y que siempre tenga razón... da mucho coraje, que dirían los andaluces.