16 mar 2017

170

Casi 170 años justifican su día. Algún que otro mentecato (y en realidad son demasiados) se pregunta por qué él no tiene el suyo; si acaso eso no es injusto.

Peleles (y pelelas en muchas ocasiones) de poca monta y de poca mente, que quien monta tanto tanto monta, y que poco entienden de equidad, paridad o igualdad. Cómo entender pues el 170.


44. 44 desaparecieron entre sus manos el pasado año, dejando un hilo de sangre y un mar de lágrimas a sus espaldas.

84. 84 años desde que pudimos oír su voz, aunque apenas se percibiera. Su voz traducida en voto, e introducida en una republicana urna.


42. 42 años desde que el día ocho del tercer del mes del año deshojamos la margarita para discernir si nos encontramos más cerca o más lejos de tan anhelado 170.

Porque 44 , 84 y 42 suman 170. 44 fueron las mujeres asesinadas en España en 2016. 84 años desde que ejercieron su derecho a voto por primera vez en nuestro país. 42 desde que celebramos el día 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer. Y 170. Casi 170 años para que podamos llegar a presumir de igualdad económica entre varón y hembra de seguir a este ritmo.

En poco menos de 17 años evolucionamos del Nokia 3310 al último modelo de Iphone 7. Sí, 17 y no 170, pero pocos se sorprenden. Como pocos se sorprenden de aquellos y aquellas que acuñan a  feministas de feminazis. Como pocos se sorprenden cuando esos mismos se amparan en la biología para justificar la diferencia como eufemismo de inequidad, desigualdad y desemejanza. Biología y no Educación o Cultura. Como también pocos se sorprenden cuando algunos abogan por compensar tanto feminazismo con otro similar día Internacional del Varón. Como si ése no fuera por desgracia cada santo y maldito día.

Para equilibrar la balanza debemos colocar más peso en el lado contrario a la masa que provoca tal desequilibrio.  De ahí que celebremos el día Internacional de la Mujer y no el del Hombre. Y que ese día sólo sirva para recordarnos nuestra lucha diaria por acelerar esa cuenta atrás desde el 170.

Cada día, deberemos esforzarnos por ser la voz de aquellos y aquellas que cesaron en su empeño por compensar la desnivelada romana de género. Se lo debemos a nuestras abuelas, madres, tías, hermanas, primas, hijas, sobrinas y nietas. Pero también se lo debemos a nuestros nietos, sobrinos, hijos, primos, hermanos, tíos, padres y abuelos.

Deberemos convertirnos en los abanderados de una generación donde no se espere que nuestros hijos jueguen al fútbol, sean valientes y enjuaguen sus lágrimas de emociones; y donde no se espere que nuestras hijas jueguen con Barbies, sean  románticas y sensibles. Una generación en que no anticipemos nada de nuestros hijos por su sexo, sino por quienes son como personas.

Quizás algún día en 170 años no exista motivo para recordar a la humanidad la desigualdad entre hombre y mujer. Ojalá ese 170 se vea reducido en 170. Y ojalá no hicieran falta entonces escritos como éste a día de hoy, 8 de marzo de 2017.

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