El Huevo entre Pinto y Valdemoro.
La Patria o el apátrida cosmopolita.
El speciality cafelito con su brownie por bandera, o un manchao hirviendo y que te parta un labio.
Blues en directos en un bistrot o que la Garganta te reviente a Andalucía en una andaluza tasca.
Agarrarte a tu cultura en el extranjero por añoranza o extenuarte de ella en tu propia casa.
Brunch de eggs bennedict o tostaíta de jamon, aceite y tomate. De Huerva pura.
Un futuro ciego frente a una previsible rutina.
Cenar en la merienda, o trasnochar con el estómago lleno hasta dormirse el mismo día en que despiertas.
Nuevos rincones y sabores por explorar, o la tortillita de la agüela rodeado por los tuyos.
El próximo reto a superar o que auguren tus límites por debajo de tus expectativas.
Que tu edad sea sólo un número o que te traten como un niño.
Nuevas historias de inquietudes infinitas, o la misma vieja cantinela cuya melodía siempre resonará en tu alma.
El Huevo entre Pinto y Valdemoro.
Me bajo, me bajo, me bajo de este tren en marcha. Una esquinita, nudillos al 3x4 y al ritmo del tirititrán, tran tran, tran.